Paloma torcaz Columba palumbus Linnaeus, 1758

Se trata de la paloma más grande de Europa, con una envergadura alar superior a los 75 centímetros y un peso que oscila entre 300 y 600 gramos. Es de coloración azul grisácea, con luminosas manchas blancas a ambos lados del cuello, que luce irisaciones verdes y purpúreas, y manchas alares blancas en forma de media luna. El plumaje es más azulado en la cabeza, y algo parduzco en el dorso y un poco más claro en sus partes inferiores, aunque en el pecho es de tonos vinosos. Su plumas primarias y secundarias son negras, y la cola termina también en una banda negra.

El pico tiene la base rosada y la punta amarilla anaranjada, además en la parte superior presenta una cera blanquecina. Tiene las patas rojizas. El iris es amarillento.

Ambos sexos son similares, mientras que los jóvenes presentan tonos parduscos y carecen de manchas blancas en el cuello.

En la época de celo, los machos describen acrobáticos vuelos en torno a su territorio y persiguen en el suelo a las hembras inclinándose tras ellas y desplegando su cola. Los nidos son poco laboriosos y la nidada consta normalmente de dos huevos, aunque pueden criar varias veces durante la temporada. La incubación dura algo más de dos semanas y la pareja se turna de manera metódica en la labor.

Los pichones se alimentan de la secreción lechosa del buche paterno, y de diversas semillas, por lo general dos veces al día.

Se extiende por la mayor parte de Europa, Asia occidental y el norte de África. Es un migrador parcial, las poblaciones de Europa meridional y occidental, así como las del norte de África y Oriente medio son sedentarias, pero las que crían en las regiones más frías de Europa central y oriental y en parte de Asia migran al sur en invierno. Tiene preferencia por los bosques, zonas arboladas, bosques de ribera, y en su defecto zonas adehesadas, aunque acude a los prados a alimentarse cuando el alimento escasea.

En muchos lugares se ha acostumbrado a la presencia del hombre y es el ave más común en parques y jardines. En las ciudades que han colonizado, son una verdadera plaga: transmiten enfermedades respiratorias a los humanos y sus heces, muy corrosivas, dañan los edificios históricos.

Rev: febrero-22